Monumento a Pablo Sarasate. Eduardo Carretero
El violinista y compositor Pablo Sarasate (1844-1908), nacido en Pamplona, destaca por ser una de las figuras de mayor proyección internacional de la historia musical española.
Único hijo varón de un músico militar y desde niño dio muestras precoces de talento musical. El chico actuó en salones y teatros y su fama llegó a palacio. Ante los Reyes interpretó su repertorio del momento, fantasías de óperas (Norma, Rigoletto, Macbeth).
Viajó a Francia en 1856 para trabajar, en el conservatorio de la capital gala, con Delfin Alard. No tardó en labrarse un nombre en la escena francesa; llegó a actuar, en 1861, ante Napoleón III en el Palacio de las Tullerías. Posteriormente, sus exitosos recitales en ciudades europeas y americanas como Berlín, Leipzig, Moscú, San Petersburgo, Boston, Nueva York, Valparaíso, Río de Janeiro y Buenos Aires le reportarían fama mundial.
En Sarasate hay que distinguir dos facetas, la de intérprete y la de compositor. Sus composiciones son sencillas y, por lo general, basadas en material melódico ajeno. Fueron piezas enormemente populares en España y, más aún, en el extranjero, que han formado parte del repertorio de los grandes músicos hasta la actualidad.
La estatua en bronce muestra a Pablo Sarasate de cuerpo entero y de pie. El violinista pamplonés está representado coincidiendo con la edad en la que alcanzó la plenitud de su carrera, con su característico bigote y abundante cabellera que casi le cubre las cejas. Sujeta con su mano izquierda el violín, y en la derecha el arco que apoya en el suelo. La imagen se inscribe en una estructura arquitectónica de piedra de la que forman parte tres columnas y un bloque compacto que acoge en su reverso un altorrelieve con dos figuras alegóricas.
Carretero, Eduardo. Granada (Andalucía), 13.I.1920 – Chinchón (Madrid), 3.X.2011. Artista.
Hijo de empresario textil y maestra, realizó los primeros estudios en su ciudad natal, iniciándose en el arte de la escultura. Fue un artista que practicaba todas las gamas de su oficio, abordando también la arquitectura y la pintura. Ninguna técnica ni material resultaban ajenos a su producción, en la que empleaba un lenguaje figurativo tradicional. La estatua en bronce del violinista pamplonés y los relieves alegóricos de la parte posterior del monumento se deben al escultor granadino, muy vinculado por aquel entonces a la capital navarra a través de la figura de Félix Huarte.
Ubicación: Parque de la Media Luna.