Historia de la ciudad
Pamplona es una ciudad cargada de historia con origen en el antiguo pueblo de los vascones. Un lugar donde cada rincón guarda el testimonio de su pasado.
Con el impulso del Camino de Santiago, Pamplona vio llegar a nuevos habitantes que contribuyeron a su crecimiento y prosperidad. Así nacieron dos burgos adicionales: San Cernin y San Nicolás. Tras años de difíciles convivencias, en el año 1423, el rey Carlos III el Noble promulgó el Privilegio de la Unión, un hito que marcó la unificación de los tres burgos en uno solo. Este acontecimiento significativo consolidó el poder de un solo Ayuntamiento en el corazón de la ciudad.
La historia de Pamplona continuó evolucionando tras la conquista castellana, cuando se erigió una nueva muralla, un símbolo de defensa que ha dado testimonio del paso del tiempo. Esta fortificación, que fue adaptándose a lo largo de los siglos en respuesta a los avances en armamento, es un recordatorio palpable de las épocas de conflicto y transformación que han forjado el carácter de esta vibrante ciudad.
En esta sección, te invitamos a recorrer los hitos más importantes que han moldeado la identidad de la capital navarra. Conoce cómo nació la ciudad, cómo se dividió en tres burgos enfrentados y cómo la conquista castellana cambió su destino.
De ser territorio vascón al general Pompeyo
La cuenca de Pamplona, rodeada de montañas, ha sido un lugar privilegiado para asentamientos humanos desde tiempos prehistóricos. En las terrazas del río Arga se han encontrado herramientas de piedra que datan de hace 75.000 años. Existe la teoría de que hacia el primer milenio a.C., los pobladores y pobladoras vascones establecieron un primer poblado bajo la ciudad actual, al que llamaron Iruña, «la ciudad» en euskera.
En el año 75 a.C., el general romano Cneo Pompeyo Magno fundó la ciudad de Pompaelo según el modelo urbanístico romano. Su ubicación estratégica la convirtió en un importante punto de conexión entre la península ibérica y Europa, consolidando su relevancia como enclave militar y comercial.
De la caída romana al Reino de Pamplona
Entre los siglos IV y IX, Pamplona pasó por manos visigodas y musulmanas. En el siglo X, los clanes nobiliarios locales lograron suficiente autonomía para formar el Reino de Pamplona, reflejo del simbolismo político y religioso de la ciudad, considerada el «pueblo vascón«. Durante más de 300 años, el obispo gobernó la capital, debido a una donación de Sancho Garcés II Abarca como agradecimiento a Dios, donación que fue ratificada por la monarquía sucesiva.
La Pamplona medieval: tres burgos en conflicto
En los siglos XI y XII, la ciudad creció en torno a tres núcleos independientes y amurallados:
- La Navarrería, habitada por los navarros y navarras originales, centrados en labores agrícolas y cuyo idioma principal era el euskera.
- El Burgo de San Cernin, fundado por población franca atraída por los privilegios reales y el Camino de Santiago. Este núcleo, dedicado al comercio y la artesanía, hablaba occitano.
- San Nicolás, formado por ciudadanía navarra y extranjera, con actividades agrícolas y gremiales.
Cada burgo tenía sus propias fortificaciones y foso, y las iglesias servían como bastiones defensivos. La rivalidad entre ellos alcanzó su clímax en 1276 durante la Guerra de la Navarrería, en la que los otros dos burgos arrasaron esta última. La paz definitiva llegó en 1423, cuando el rey Carlos III el Noble promulgó el Privilegio de la Unión. Este decreto unificó los tres núcleos en una sola ciudad, erigió la Judería (actual Ayuntamiento) y prohibió nuevas fortificaciones interiores.
Conquista de la corona de Castilla
A principios del siglo XVI, el Reino de Navarra se vio atrapado en conflictos internos y presiones de Castilla, Aragón y Francia. En 1512, las tropas de Fernando el Católico, lideradas por el Duque de Alba, conquistaron Pamplona. Los últimos reyes navarros se exiliaron al otro lado de los Pirineos, desde donde intentaron recuperar el reino sin éxito. La batalla decisiva tuvo lugar en 1521 en Noáin, culminando en la conquista de Navarra por la Corona de Castilla.
Pamplona, dada su posición estratégica en la frontera con Francia, se convirtió en una ciudad fortificada, con las murallas renacentistas y la Ciudadela como elementos defensivos clave.
El Siglo de las Luces: modernización urbana
El siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces, marcó una era dorada para Pamplona. Inspirados por la Ilustración, el gobierno impulsó proyectos como la traída de aguas mediante el acueducto de Noáin, diseñado por Ventura Rodríguez. Se adoquinaron las calles, se mejoró el alcantarillado y se instalaron fuentes neoclásicas diseñadas por Luis Paret. Este período también vio la partida de parte de la ciudadanía navarra hacia América, los llamados indianos e indianas, quienes al regresar construyeron casas señoriales que enriquecieron el paisaje urbano.
El Siglo XIX: conflictos, expansión y defensa de los fueros
El siglo XIX estuvo marcado por guerras y transformaciones sociales en Pamplona. La ciudad enfrentó la Guerra de la Independencia (1808-1814) y las Guerras Carlistas (1833-1840 y 1872-1876), conflictos que dividieron a Navarra entre el apoyo al absolutismo carlista, defensor del régimen foral, y las ideas liberales. Pamplona, sin embargo, se alineó mayoritariamente con el liberalismo, gracias a su activa burguesía y burocracia, aunque una parte de la población simpatizaba con las y los carlistas.
En 1841, la Ley Paccionada degradó a Navarra de reino a provincia, limitando su autonomía fiscal y política. Esta reforma generó tensiones entre Pamplona y el Gobierno de Madrid, que intentó recortar aún más las competencias navarras. En respuesta, en 1893, miles de navarros y navarras protagonizaron una multitudinaria manifestación en Pamplona en defensa de los fueros. Este movimiento culminó con la construcción del Monumento a los Fueros, símbolo del espíritu navarro y de la lucha por mantener su identidad y derechos históricos.
A pesar de las tensiones políticas, la ciudad inició su expansión con la construcción del Primer Ensanche en 1888, tras el derribo parcial de dos baluartes de la Ciudadela. Este nuevo barrio, diseñado por personas locales ligadas a la arquitectura, incluyó notables edificios modernistas, pero no logró resolver del todo los problemas de hacinamiento. El carácter fortificado de Pamplona limitaba su crecimiento, y no fue hasta 1915 que se aprobó el derribo del Frente de la Tejería, permitiendo la creación del Segundo Ensanche y la expansión hacia el sur.
Durante el siglo XIX, la vida cultural de Pamplona también floreció. Figuras como el violinista Pablo Sarasate y el tenor Julián Gayarre llevaron el nombre de la ciudad a escenarios internacionales, mientras que instituciones como el Orfeón Pamplonés y La Pamplonesa sentaron las bases de una rica tradición musical que perdura hasta hoy. Los Jardines de la Taconera y el Parque de la Media Luna se convirtieron en espacios de esparcimiento para las personas habitantes, consolidando a Pamplona como una ciudad en transformación, pero fiel a su legado histórico.
El siglo XX: transformación y modernidad
El siglo XX trajo consigo una gran expansión urbana, económica y social. Se construyeron nuevos barrios, como el Tercer Ensanche que corresponde a los actuales barrios de San Juan e Iturrama, y se crearon infraestructuras modernas. En las décadas de 1950 y 1980 se fundaron la Universidad de Navarra y la Universidad Pública de Navarra, consolidando la ciudad como un centro educativo de referencia.
Pamplona diversificó su economía hacia la automoción, la industria farmacéutica y las energías renovables, mientras que servicios médicos de excelencia, como la Clínica Universidad de Navarra, reforzaron su calidad de vida. Hoy, con más de 200,000 habitantes y un área metropolitana que supera los 350,000, Pamplona es una ciudad moderna y vibrante, con un legado histórico que sigue marcando su identidad.
Hoy en día, Pamplona es el resultado vivo de siglos de historia, una ciudad que ha sabido preservar su legado mientras avanza hacia el futuro. Sus calles y monumentos narran el paso del tiempo, desde los vestigios romanos y los burgos medievales hasta las modernas avenidas del ensanche. Con una vibrante vida cultural, una destacada oferta de servicios de una ciudad europea, Pamplona combina tradición y modernidad en un equilibrio único. La ciudad invita a quienes la visitan a sumergirse en su rica historia, disfrutar de su calidad de vida y formar parte de un destino donde cada día se escribe un nuevo capítulo en su fascinante historia.