Plaza del Castillo

Dirección: Plaza del Castillo, Pamplona – Iruña.

La Plaza del Castillo es el punto de encuentro por excelencia de Pamplona. Su historia se remonta al siglo XIII, cuando era un espacio abierto rodeado de murallas que acogía mercados, celebraciones y actos públicos. 

Su nombre proviene del castillo que estaba situado en su parte oriental, en la zona de la bajada de Javier, construido por Luis Hutín en 1310 y que tomó la plaza como patio de armas. 

A lo largo de los siglos, ha sido testigo de los momentos más relevantes en la vida de la ciudad, desde corridas de toros hasta manifestaciones culturales y políticas. La plaza es un lugar lleno de vida, rodeado por edificios históricos con soportales y bares y restaurantes emblemáticos. En el centro se alza un quiosco de música, símbolo del espíritu festivo y social de Pamplona, que ha sido restaurado en varias ocasiones.

Recorrer la Plaza del Castillo es descubrir el corazón palpitante de la ciudad, un espacio donde pasado y presente conviven en perfecta armonía. Es el lugar ideal para disfrutar de la gastronomía local, tomar un café o simplemente admirar la arquitectura que rodea este icónico enclave pamplonés.

La Plaza del Castillo y Hemingway

La Plaza del Castillo, epicentro de la vida pamplonesa, fue el primer lugar que Ernest Hemingway conoció al llegar a Pamplona el 6 de julio de 1923, junto a su esposa Hadley Richardson. Fascinado por su atmósfera vibrante, la plaza se convirtió en su espacio predilecto en la ciudad, tanto en la vida real como en las páginas de su novela The Sun Also Rises/Fiesta.

El Café Iruña, histórico punto de encuentro, el cercano Hotel La Perla y otros establecimientos hoy desaparecidos como el Café Suizo y el Torino (Milano en la novela), sirvieron como escenarios para sus vivencias y las de sus personajes principales de su obra. En la novela, Hemingway describe la plaza con sus soportales sombreados, sus banderas y el ambiente festivo, convirtiéndola en un símbolo de Pamplona.

Desde la plaza, Hemingway disfrutó de momentos como el inicio de las fiestas de San Fermín y tomó el autobús hacia Auritz-Burguete, reflejando en su obra la hospitalidad y el carácter amable de las vascas y los vascos, destacando la conexión entre el escritor y el espíritu de la ciudad.